Un mal comienzo

Un mercedes 500 SEC de color negro circulaba por el parking. Se detuvo en la plaza número 37 de la segunda planta del amplio garaje. De la puerta del lujoso mercedes salió un hombre de unos 38 años de edad, moreno, bien vestido y con el maletín de cuero que caracteriza a los grandes hombres de negocios de los EEUU. Su nombre, Robert Simpson. Se dirigió hacia el ascensor de la planta. En aquel hombre se apreciaba un actitud vigilante y temerosa. Se le notaba intranquilo, con algún miedo o sospecha. Caminaba lento, como frenando su propio cuerpo, y en tensión.

La puerta del espacioso ascensor se abrió. Estaba vacío; se adentró en él y pulsó el botón que tenía impreso el número 29. Este se iluminó. Las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a escalar por el Wessex Building. En la pantalla interior, sobre la botonera de la cabina, podían verse iluminados los números de los pisos por los que pasaba: 12, 13, 14… 26, 27, 28, 29. La cabina se detuvo. Se abrieron las puertas. Robert Simpson salió del ascensor y comenzó a caminar por un largo pasillo saludando a las personas con las que se cruzaba.

En su cara se leía una expresión totalmente distinta a la anterior. Era como si ahora se sintiera a salvo. Parecía un conejo que sintiéndose perseguido por el zorro, logra por fin adentrase en su madriguera.

Llegó al final del pasillo. Saludó a su secretaria que le miraba detrás de la mesa. Ella respondió con un saludo. Se adentró en la puerta que ponía:

ROBERT SIMPSON

DIRECTOR

Tras cruzar el umbral se dirigió a su mesa. Colgó la chaqueta en el perchero y se sentó. Un suspiro de alivio se escapó de su boca.

Pulsó el botón del interfono y se oyó:

—¿Sí, Mr. Simpson?

—Susan, ¿hay algo para mí?

—No, señor, solo un tal Mr. Barker que le está esperando.

—Dígale que pase, por favor.

—Muy bien, Mr. Simpson.

Un hombre de mediana edad y pelo cano se vislumbró debajo de la puerta. Avanzó por el despacho. Mr. Simpson se levantó, estrechó su mano y le invitó a sentarse.

—¿Qué desea Mr. Barkers…?

—Vengo a hablarle de un negocio… dijo mientras abría el maletín que habría puesto encima de la mesa.

—Y bien…, ¿de qué se trata?

Mr. Barker sacó un 45 con silenciador y le disparó en pleno corazón.

Se levantó y salió del despacho despidiéndose educadamente de Susan la secretaria…

Los títulos de créditos empezaron a pasar.

Arturo y Bea se besaron y apretaron sus manos entrelazadas, la película se adivinaba interesante…

Raúl Torres

Sensación de vivir «online»

Cuando éramos jóvenes —más jóvenes— no contábamos con las formas de comunicación que hoy pueden disfrutar nuestros hijos. Ni siquiera teníamos teléfonos móviles. Resulta del todo ocioso decir que Internet ha revolucionado nuestras vidas hasta límites insospechados y seguro que todavía nos tiene reservadas muchas sorpresas que no podemos ni imaginar. Ni que decir tiene que la combinación de Internet con los dispositivos móviles es el súmmum de la conectividad. Estar conectados con todos en todo lugar y en todo momento se ha convertido en una realidad cotidiana.

Lo que se hacía no hace muchos años era quedar con los amigos en un sitio determinado a una hora concreta para dar una vuelta y charlar o tomar algo. También había lugares de encuentro en las ciudades a los que se podía acudir sin haber quedado previamente con nadie y a ciertas horas era muy probable encontrar conocidos. Todo eso sigue siendo posible, obviamente, pero existen nuevos modos de comunicarse que son más cómodos, no exigen desplazarse, ni restringen la comunicación a una sola persona simultáneamente, como sucede con el teléfono convencional, y que ofrecen nuevas posibilidades, como los chats y las video-llamadas.

A pesar de que nuestros jóvenes tienen grandes medios a su alcance, el contacto directo sigue siendo preferible, porque nada iguala la riqueza comunicativa del cara a cara. El peligro del aislamiento existe y es un problema en algunos casos. También hay nuevas formas de abusos porque es más fácil localizar gente sin descubrirse. Sin embargo, la amenaza más directa que yo veo es la adicción al placer de sentirse «online».

Es verdaderamente subyugante estar registrado en un sistema por el que pueden llegarte mensajes instantáneos continuamente, además de otros tipos de información, como imágenes o vídeos. Esa posibilidad habría hecho mis delicias y las de mis amigos cuando teníamos quince o dieciséis años. Les pasa a nuestros hijos, pero ¡nos pasa también a nosotros mismos! Es posible estar manteniendo varias conversaciones simultáneas con distintas personas, mientras se escucha música o se juega una partida de ajedrez. Muchas de estas conversaciones son completamente insulsas o, como mínimo, se hacen muy informales, pero la cuestión es que nos mantienen comunicados con amigos y con personas que conocemos, nos mantienen enchufados al mundo… Por supuesto, también hay conversaciones sumamente interesantes, por ejemplo, cuando un joven espera la respuesta a un mensaje de amor…

Todo eso está muy bien. La tecnología puede ser muy buena, ya que ofrece múltiples oportunidades de hacer cosas interesantes. El problema viene cuando estar «online» se convierte en un estado permanente que interfiere con las demás actividades de la vida. Estar conectado significa, por ejemplo, que en cualquier momento puede llegar el mensaje que estamos esperando con tanta ansiedad. Esta disposición de espera permanente, justamente fundamentada en el hecho de que realmente los demás, los que están al otro lado de la red, probablemente estén tan conectados como nosotros, dificulta la concentración, lo cual es indiferente si estamos aburridos en casa una tarde lluviosa, pero resulta nefasto si de lo que se trata es de desarrollar actividades como el estudio.

Cuando uno de nuestros hijos se encuentra en una situación de ese tipo, en la que la mesa de estudio está contaminada por la presencia de algún dispositivo móvil —¡hay tantos…!—, nos entran ganas de quitárselos todos e incluso nos arrepentimos de haberlos puesto a su disposición. ¿Será la única solución desenchufar el «router wifi» y llevárnoslo al trabajo o guardarlo en el trastero? Es difícil saber qué hacer. Lo ideal es aprender a hacer un uso racional y controlado de estos medios, pero ¡es tan tentador comprobar si estará conectado ahora mismo ese amigo tan especial…! ¿Somos capaces nosotros mismos, los padres, de vivir desenganchados?

Antonio Ceballos

La Comunera. Una mujer rebelde

 

La Comunera es una novela histórica, magníficamente documentada, inspirada en la figura de María Pacheco. Una mujer, que como reza el subtitulo, fue una mujer rebelde.

Toti Martínez de Lezea recrea la vida María Pacheco, la hija de don Iñigo López de Mendoza (Marqués de Mondéjar y II Conde de Tendilla) y de Francisca Pacheco (hija de Juan de Pacheco, I Marqués de Villena). Entre los datos históricos que se conocen de ella se sabe que adoptó el apellido materno para diferenciarse de dos hermanas que llevaban el mismo nombre.

La novela comienza con la boda de María, cuando contaba quince años. A esta edad esta mujer hablaba griego, latín y tenía buenos conocimientos de Matemáticas, Geografía, Historia y Religión gracias a su padre, un humanista convencido de la necesidad de la cultura.

Se le concertó el matrimonio con un caballero toledano de rango inferior al suyo, un hidalgo, lo que provocó que le retirara la palabra a su padre durante un tiempo. A partir de este casamiento la vida de María cambiará, como cambiará la actitud hacia el esposo que desprecia, por un inmenso amor que se irá forjando a través de los años gracias al afecto y a la ternura que le profesará Juan de Padilla.

Esta preciosa historia de amor sirve de hilo conductor para presentar la historia de las Comunidades castellanas y su enfrentamiento con el rey Carlos I, en una España políticamente convulsa.

La historia oficial retrata a María Pacheco como una persona ambiciosa, que empuja a su marido a enfrentarse al Rey y que prácticamente quiere ser Reina de Castilla.

Martínez de Lezea intenta en esta novela limpiar el nombre de una mujer enamorada e idealista que compartió con su esposo además de amor una ideología política.

La obra concluye con la muerte de María Pacheco, abandonada y condenada a muerte por Carlos I, que nunca la indultó. Muere joven, con tan sólo treinta y cuatro años, y enferma, únicamente asistida por unos cuantos sirvientes.

La Comunera incluye, además de una completa bibliografía con referencias para estudiar y conocer la historia de los comuneros, una cronología para situar al lector en el momento histórico.

Esta obra, además de entretener y documentar, incita al lector a explorar en la historia y conocer los entresijos de un movimiento en el que intervinieron hidalgos y artesanos intentando conseguir unas medidas políticas y económicas más justas por parte de la corona.

Biografía

Toti Martínez de Lezea (www.martinezdelezea.com/index.php) nació en Vitoria-Gasteiz en 1949 y ahora vive en Larrabetzu un pequeño pueblo vizcaíno.

Comenzó su andadura profesional compaginando su trabajo como traductora técnica con el teatro y la televisión. Entre 1983 y 1992 fundo dos grupos de teatro y escribió, dirigió y realizó más de mil programas para niños y jóvenes.

Según ella misma ha confesado empezó a escribir porque un amigo le dijo que no era capaz de escribir un libro, unos guiones sí, pero una novela no. El hecho de que escriba novelas históricas se debe a su gran pasión por la historia heredada de su padre.

Irrumpió en el mundo editorial con su primera novela, La calle de la judería. Tras ella siguieron Las torres de Sancho (1999), La herbolaria (2000), Señor de la guerra (2001), La abadesa (2002), Los hijos de Ogaiz (2002) y La voz de Lug (2003), Leyendas de Eskal-Herria y una novela juvenil, El mensajero del rey.

Toti Martínez de Lezea ha sido distinguida con el Premio Euskadi de Plata en 2002, por el libro más vendido en la Feria de San Sebastián. Un año más tarde consiguió el Premio Pluma de Plata por ser la autora más premiada en la Feria del Libro de Bilbao.

Una mamá solidaria

Miriam Gil pertenece a esa generación de personas que han entendido la importancia de las relaciones públicas y la comunicación en los tiempos que corren. El marketing, las campañas, darse a conocer o vender un producto es fundamental en plenos siglo XXI. Sin embargo, en su caso no hablamos de una multinacional americana, una empresa inmersa en el Ibex 35 o una simple franquicia del momento. Su trabajo como Responsable de Comunicación y Relaciones Públicas lo desempeña en una fundación que nació en el año 2000, y dónde aseguran que «todos los niños merecen que sus sueños se hagan realidad». Es la Fundación Pequeño Deseo. ¿Puede haber algo más hermoso? 

APA: ¿Qué labor desempeña en la fundación?

MIRIAM: En la Fundación mi labor es dar a conocer lo que hacemos en la Fundación a los medios de comunicación y organizar eventos ad hoc a la Fundación, para recaudar fondos y poder seguir cumpliendo «deseos».

A: ¿Qué han logrado en sus once años de vida?

M: En estos once años la Fundación ha podido hacer realidad los deseos de más de 1850 niños, en toda España. La Fundación tiene sede en Madrid y Delegaciones en Barcelona, Valencia y Sevilla y voluntarios que nos permiten trabajar de forma más directa con los niños de los diferentes hospitales pediátricos repartidos por nuestro país.

A:¿Qué objetivos se plantean a corto plazo?

M: Ahora mismo lo que nos planteamos es poder seguir cumpliendo deseos y terminar un Estudio que estamos llevando a cabo con la Facultad de Psicología de Universidad de Complutense de Madrid sobre el efecto de la emociones positivas en niños enfermos. Nos parecía fundamental que desde fueran expertos en psicología pudieran analizar el efecto que produce en el niño y su entorno el cumplimiento de un deseo.

A: ¿En qué consiste exactamente su trabajo?

M: Te refieres al de la Fundación? La Fundación Pequeño Deseo tiene como labor social cumplir los deseos de niños con enfermedades crónicas o de mal pronóstico con el fin de darle apoyo anímico.

A: ¿Qué ocurrió para que en 2005 dijese: Miriam, tienes que darle un giro a tu vida profesional?

M: Lo cierto es que ser madre cambia la vida de cualquier mujer, pero si además tienes un trabajo en el que no entienden que ser madre no significa no ser profesional, pues te planteas muchas cosas. La verdad que trabajar en una ONG no fue mi primer planteamiento, buscaba un trabajo compatible con mis hijos. Mi hermana trabajaba en una agencia de publicidad y me comentó que en la ONG con la que ellos colaboraban, estaban buscando un responsable de comunicación, y allí fui. En la entrevista me pareció un trabajo tan bonito que pensé si no trabajo con ellos colaboraré seguro. Pero tuve la gran suerte, porque para mí es una suerte trabajar en la Fundación. Es el único trabajo en el qué recibes muchísimo más de lo que das, me considero una afortunada.

A: En su día a día, ¿tiene trato directo con los más pequeños?

M: Mi día a día es más de oficina, pero evidentemente trato con los niños cuando organizamos alguna actividad en el Hospital. El trato directo con los niños lo tienen las personas responsables de proyectos, que son psicólogas, y saben cómo enfrentarse a momentos difíciles de una manera profesional a la vez que cercana y con un máximo de respeto.

Sí que hay veces que acompaño al Hospital, porque sino vives lo que haces, como vas a trasmitirlo? Es imposible.

A: Debe resultar difícil trabajar en un proyecto tan bonito a la vez que desgarrador…

M: Evidentemente hay mejores y peores momentos, pero me quedo con la sonrisa del niño cuando ve cumplido su deseo y con la cara de satisfacción de los padres. Es maravilloso poder tener un trabajo así. La mejor recompensa es la cara de alegría de los niños, es nuestra gasolina para seguir adelante!!!

A: ¿Cuál ha sido el mejor y el peor momento en estos 6 años en la Fundación Pequeño Deseo?

M: El mejor momento fue cuando forme parte de este gran equipo de personas que forman la Fundación, porque la Fundación la forman las personas que trabajan en ella, y la verdad son grandes personas y el peor… sin duda es cuando algún niño nos deja para siempre.

A: Aseguran haber llevado a cabo más de 1800 deseos… ¡Son muchos!

M: Son 1800 historias de superación en la que cada una de ellas tiene un protagonista diferente y especial. 1800 deseos que hemos podido hacer realidad gracias a muchas personas que se unen a nuestra causa y nos ayudan a hacer realidad los deseos. En el fondo son 1800 momentos de unir voluntades, porque en el fondo unimos voluntades.

A: ¿De qué tipo de deseos hablamos?

M: Los deseos son tan variados como la propia imaginación de los niños. Ser bombero por un día, viajar al País de Nunca Jamás, tener una mascota, volar en helicóptero, ver el mar o conocer a su ídolo deportivo.

La Fundación trabaja por alejar al niño y a su familia de la rutina diaria que están forzados a vivir a causa de la enfermedad. Supone una inyección de combustible para seguir luchando.

A: ¿Cuál es el deseo más estrambótico, llamativo o curioso que usted recuerde?

M: Recuerdo un niño, que cuando lo conocimos en el Hospital, llevaba siempre en la mano un camión de juguete de coca-cola, después de varias visitas y de conocer su deseo, su deseo era ¡¡¡ montar en un camión de verdad como su camión!!! , en un camión de coca-cola. El deseo fue muy chulo, fuimos a coca-cola y se convirtió en el ayudante de un repartidor de Coca-Cola, se montó en un camión igual que el que llevaba siempre con él.

A: ¿Y aquel que recuerde con cariño, que fuera emotivo o pensara: «¡Todo esto no puede ser más gratificante!»

M: Todos los deseos son bonitos, pero igual me acuerdo de alguno de una manera especial. Recuerdo el deseo de Esther, quería ser Pretty Woman por un día. Fue maravilloso preparar el deseo para que todo fuera tal y como ella lo había soñado, lo más bonito, y creo que por eso no me olvido, era ver la cara del papá de Esther, que nunca había salido de compras con ella, y no te puedes imaginar cómo disfrutó de ver a su hija tan feliz.

A: Su trabajo, en parte, es lograr que esos deseos se lleven a cabo, ¿no? Búsqueda de financiación, voluntariado, publicidad en prensa…

M: Si es parte de mi trabajo. Por un lado buscar la manera de involucrar a la sociedad mediante eventos destinados a la recaudación de fondos. Para nosotros es muy importante que las personas que se sienten identificados con nuestra causa, y nos ayudan, mantener un contacto directo con ellos y contarles lo que hacemos con las ayudas económicas que recibimos. Lo importante es que se sientan parte de la Fundación.

En cuanto a medios de comunicación, cuidamos mucho el mensaje, es muy importante trasmitir lo que hacemos para darnos a conocer, pero mucho más tratar con el máximo respeto a los protagonistas de nuestra labor.

A: ¿Qué le diría a aquellos que quisieran colaborar con ustedes?

M: Que entren en nuestra web: www.fpdeseo.org que vean lo que hace la Fundación y el porqué y que contacten con nosotros. Insisto en el fondo desde la Fundación lo que hacemos es unir voluntades para poder hacer nuestro trabajo

A: Como madre, ¿en qué nota que haya cambiado su vida después de llevar 6 años trabajando con la fundación?

M: Lo que realmente ha cambiado es lo importante que es valorar la salud, lo importante que es la actitud positiva en el día a día, vivir todos los días con ilusión y con ganas de superación. Cuando llego a casa con los niños del cole, me doy cuenta de lo afortunada que soy y doy gracias a Dios por ello.

A: Imagino que en casa Pablo y Candela la tienen idolatrada…

M: No… que va, idolatrada no, lo que sí que es cierto es que creo que mis hijos se dan cuenta de que hay otras realidades. Pablo es más mayor y entiende perfectamente lo que hace la Fundación, además, es el socio más joven que tenemos, ahorra su cuota de 10 euros, y se siente parte de los deseos que cumple la Fundación. Candela aun es pequeña, pero muchas veces la cuento cómo ha sido algún deseo y dice que las varitas de la Fundación son mágicas, ¿verdad mami?.

A: Por cierto, a nivel personal, ¿qué deseos le gustaría que se vieran cumplidos?

MIRIAM: Ver crecer a mis hijos sanos.

Ha sido un placer.

Entrevista realizada por Álvaro Montero

Comienza la nueva temporada

El próximo mes de Septiembre comienza una nueva temporada de deporte para nuestros hijos. Son muchos los alumnos que iniciarán el curso practicando su deporte favorito: futbol, balonmano, baloncesto, hockey, … La nueva temporada se presenta interesante para todos los deportistas y para los padres que vamos a disfrutar y sufrir con los éxitos de los diferentes equipos que participarán en las distintas competiciones.

En la temporada pasada fueron más de 600 alumnos los que defendieron los colores de nuestro colegio por los distintos campos de la Comunidad de Madrid. Esperamos que este año sean todavía muchos más los que participen y que los resultados sean positivos.

 

De paseo por el Pardo

 

¿Quién de nosotros no ha paseado por el cercano monte del Pardo? Seguro que todos hemos llevado a los niños a montar en bicicleta, a correr un rato–cuando la tarde en casa se nos hacía eterna– o nos hemos sentado a tomar un aperitivo o a disfrutar de una comida en una de sus terrazas o merenderos. Está tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos de la ciudad… Es verdad que ahora parece que sus restaurantes están un poco pasados de moda, no es lo más «in» de Madrid, pero a veces agrada volver a los sitios de siempre, donde fuimos de pequeños con nuestros padres, con los camareros de toda la vida y sus cartas llenas de caza y platos de cuchara, de esos que nada tienen que ver con la «nueva cocina» tan de moda.

El Real sitio de El Pardo está solo a 7 km de Madrid y dentro del Monte de su mismo nombre. Se trata de una de las reservas naturales más importantes de la capital que, además, cuenta con un abundante patrimonio cultural. A pesar de ser una localidad muy pequeña ha formado parte notable de la historia de España. Fue en 1950 cuando pasó a ser barrio, anexionándose al distrito Fuencarral-El Pardo. No obstante, aún hoy se respira ambiente de pueblo. Su población es escasa, 3 465 habitantes, y no puede crecer mucho más debido a la imposibilidad de construir nuevas viviendas y a su escasa actividad económica que se basa únicamente en las tareas militares de sus numerosos cuarteles y en los restaurantes.

El barrio tiene forma alargada y estrecha, y se extiende a lo largo del río Manzanares junto al que discurre un paseo que nos permite llegar desde el club de Somontes hasta la presa. Sus edificios son sobrios, bajos e integrados en el entorno y cuenta con su propia colonia llamada Mingorrubio.

Sus paisajes fueron pintados por Velázquez y sus campos siempre han sido reserva cinegética de nuestros monarcas y gobernantes. El enorme monte de 16 000 hectáreas donde conviven encinas, enebros, fresnos, alcornoques, quejigos, coscojas y romeros está protegido, cercado y vigilado y se convierte en un auténtico pasillo verde que va desde la ciudad hasta la sierra de Guadarrama.

Gracias a este maravilloso entorno fue elegido para albergar un Palacio Real –residencia alternativa de los reyes hasta Alfonso XIII y luego de Franco– que ahora sirve como alojamiento de los jefes de estado extranjeros en visita oficial a España. El palacio fue construido en el siglo XVI a partir de un edificio primitivo diseñado por Luis de Vega. Su aspecto actual corresponde a las reformas y ampliaciones emprendidas en el siglo XVIII a instancias de Carlos III y en las que participó el famoso arquitecto Francesco Sabatini. Además de por sus valores arquitectónicos, destaca por su decoración interior: los valiosos frescos de Gaspar Becerra así como su insuperable colección de tapices del siglo XVIII (de los que hablaremos más adelante), bien merecen una visita.

Pero este es El Pardo más oficial, el más turístico, y yo os propongo descubrir El Pardo menos típico y algunas de las curiosidades que esconde.

¿Sabías que… Francisco de Goya vivió en el pueblo?

 Cuenta la leyenda que en el siglo XVIII la casa de Postas del centro del pueblo, que estaba justo en el local que ahora ocupa el restaurante «La Marquesita», alojó durante un tiempo a nuestro archifamoso Francisco de Goya. En aquel entonces estaba trabajando en las series de cartones para tapices que el rey le encargó para el palacio. Una de ellas iba a decorar el comedor de los entonces príncipes de Asturias con escenas de fiestas y diversiones de Madrid en las que participaban los aristócratas disfrazados de majos, así El baile de San Antonio de la Florida o La merienda a orillas del Manzanares. Otra era para su dormitorio con escenas de corte más campestre y bucólico como El columpio. Una tercera serie se colgaría en el antedormitorio y, la cuarta, era para la pieza de conversación del rey. Respecto a la quinta de las series estaba destinada a decorar el dormitorio de las infantas, donde se colgó La gallina ciega.

 

¿Sabías que… el palacio de la quinta puede alojar una de tus celebraciones?

 A tres kilómetros del pueblo y en pleno monte se encuentra la «Quinta del Duque de Arco» también conocida como la «Quinta de El Pardo». El duque de Arco, Alonso Manrique de Lara, compró el palacete en 1 717 cuando era la «Quinta de Valrodrigo» mientras desempeñaba el papel de Montero Mayor de Felipe V y alcaide De El Pardo. En 1745 tras la muerte del duque, su viuda donó la propiedad a Felipe V e Isabel de Farnesio. El conjunto arquitectónico tenía su origen en la casa de labor y sus tierras y estaba compuesto por el palacete –cuyas trazas recordaban las del palacio de la Zarzuela del arquitecto Gómez de Mora– , y unos extensos jardines adornados con fuentes. En el interior destacan las decoraciones murales de papel pintado, el mobiliario, las pinturas y las alfombras de la época de Fernando VII e Isabel II.

Ha tenido siempre habitantes muy ilustres. A mediados de los años treinta fue residencia de Manuel Azaña. Un año antes de la muerte de Franco, en 1 974 el entonces príncipe don Juan Carlos celebraba sus audiencias aquí.

Ahora Patrimonio Nacional ofrece la posibilidad de ceder el uso de los terrenos y del palacio para la celebración de reuniones o eventos organizados por cualquier institución.

¿Te apetece bautizar a tu coche?

¿Verdad que los coches antes tenían hasta nombre propio? ¿Quién no tuvo en casa un seiscientos al que los niños, nosotros, habíamos bautizado como si de un miembro más de la familia se tratara? Eran otros tiempos, el automóvil era un objeto de lujo y vivía muchos, muchos años, compartía vacaciones en la playa, viajes al pueblo de los abuelos, atascos en la carretera de vuelta a la sierra… De aquellos años se conserva en El Pardo la costumbre de bautizar, sí has oído bien, a nuestros vehículos.

Junto a la entrada del convento de El Cristo existe una fuente de agua bendita y sagrada. Muchos creyentes cuando se compran el coche, suben para bautizarlo, y hasta se puede pedir a las frailes capuchinos que lo bendigan ellos mismos. Es por esto que los lugareños llevan la pegatina de la imagen del Cristo, que se puede compra en la tienda que tienen los religiosos a la entrada del convento, como talismán de protección en los viajes.

Por cierto, si os animáis vosotros también, no dejéis de entrar al convento de los padres capuchinos, para poder contemplar La Virgen de los Ángeles de Francisco Ricci y el maravilloso Cristo yacente de Gregorio Fernández.

Cuidado con los animales salvajes

 Al otro lado de la carretera, simplemente cruzando en frente del convento del Cristo, junto al aparcamiento, está la valla de alambre que protege la zona de monte. Al acercarnos no es extraño ver, no muy lejos, a jabalíes y gamos, que se aproximan buscando el pan duro que los visitantes les echan ignorando las recomendaciones contrarias. Es una experiencia curiosa tanto para mayores como pequeños, sobre todo, pensando lo cerca del centro de la ciudad que estamos. Igualmente pasa en otras zonas del monte y por eso no es extraño cruzarse con manadas de jabalíes cruzando la carretera, casi siempre durante la noche o tropezar con un animal desorientado mientras damos un paseo en familia.

Bueno y para acabar no podemos dejar de hablar de la gastronomía que hace famosa la localidad. La mayoría de los platos tradicionales se basan en productos relacionados con la caza. Es muy normal ver en las cartas distintos guisos realizados con carne de gamo, ciervo, jabalí, conejo o aves como la codorniz o la perdiz. Así pasa en El Gamo o en El Faro, rodeado de encinares y pinares y antes a orillas del arroyo de la Nava –un afluente del Manzanares–, y en el  restaurante San Francisco que debe su nombre a la pradera en la que se encuentra. Pero junto a los negocios más tradicionales van surgiendo nuevas propuestas. En la carretera de Fuencarral-El Pardo, muy cerca del reciente barrio de Montecarmelo, y ocupando al antiguo solar de Casa Manolo han inaugurado Filandón. Se trata de un restaurante con aire fresco, más sobrio, más moderno que deja atrás los típicos asadores del pueblo, eso sí sin olvidar la buena cocina. ¿Qué mejor comienzo que una cenita veraniega en mitad del campo? Espero que sea una buena idea para inaugurar las vacaciones.

María Vera